Como Cayo Julio César, permíteme explicarte con claridad lo que quiero decir con esta reflexión: "La justicia es la virtud más importante de todas las virtudes del Estado, ya que sin ella el Estado no es más que una banda de ladrones". Imagina una Roma donde los poderosos roban impunemente, donde las leyes solo protegen a unos pocos y donde los ciudadanos son tratados como meros instrumentos para enriquecer a los ambiciosos. Esa Roma no sería más que una tiranía disfrazada, un grupo organizado de ladrones que se reparten el botín mientras el pueblo sufre.
Cuando reformé las leyes agrarias para distribuir tierras a los veteranos y campesinos pobres, lo hice porque entendía que un Estado justo debe cuidar a todos sus ciudadanos, no solo a los nobles o a los ricos. Si hubiera permitido que el Senado siguiera acumulando tierras para sí mismo, habríamos creado una sociedad desigual e insostenible. Sin justicia, ni siquiera el ejército más disciplinado puede mantener unido a un pueblo.
Piensa también en mi decisión de perdonar a muchos de mis enemigos tras la guerra civil. Podría haberlos ejecutado, como otros líderes antes que yo, pero elegí la clemencia. ¿Por qué?. Porque la justicia no siempre exige venganza; a veces exige equilibrio. Un Estado que castiga sin medida solo genera resentimiento y revueltas. La justicia verdadera busca el bien común, incluso cuando es difícil. Sin este principio, ni Roma ni ningún otro Estado pueden perdurar.
Te lo digo como alguien que ha luchado, legislado y liderado por el bien de su patria: el poder sin justicia no es poder, sino opresión.
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